lunes, 21 de enero de 2013

A Brave New World


“Actualmente el mundo es estable. La gente es feliz; tiene lo que desea y nunca desea lo que no puede obtener. Está a gusto; está a salvo; nunca está enferma; no teme a la muerte; ignora la pasión y la vejez; no hay padres ni madres que estorben; no hay esposas, ni hijos, ni amores excesivamente fuertes. Nuestros hombres están condicionados de manera que casi no pueden obrar de modo distinto al que deben obrar”

Así ilustra el escritor británico Aldous Huxley en su novela Un Mundo Feliz/A Brave New World la situación que viven los seres humanos en el universo futurista que él plantea. Creados genéticamente y definidos desde su etapa embrionaria para llevar a cabo una tarea determinada, los humanos se contentan con existir. 

Publicada en 1932, la historia nos sitúa en un universo Post-Fordista, nunca mejor dicho, ya que el autor alude a Henry Ford, el conocido fabricante de automóviles y padre de las cadenas de producción, como fundador casi divino de la sociedad. 
A través del uso de expresiones como "Su Fordísima", referida a una autoridad o "¡Por Ford!", exclamación que no nos es extraña, Huxley va desgranando una crítica mordaz al sistema de producción masivo y a una sociedad de consumo en la que nada se remienda.
Durante los años 30 y 70, Ford creó un gran número de automóviles de bajo coste gracias a una gran plantilla de trabajadores y a la utilización de maquinaria especializada. Su modelo Ford T de automóvil revolucionó el transporte y la industria en EEUU, de modo que no resulta extraño que Huxley le otorgue el título de “el creador” en el universo de su novela.



El título de la novela procede de un fragmento de The Tempest, de W. Shakespeare



A través de ésta, y siempre bajo un halo de ficción, anticipa un enorme desarrollo de la tecnología reproductiva y selectiva, en pocas palabras, en cultivo de humanos, que deriva en la manipulación de los mismos y que termina erradicando las guerras y la pobreza en favor de una felicidad aparente. Sin embargo, con esta manipulación, también se eliminan elementos tales como la familia, el arte, la ciencia, la literatura, la filosofía, la religión… Un Mundo Feliz o A Brave New World (dios, las traducciones españolas...) critica y satiriza así el sistema de producción en cadena de los años 30, aquel que considera que un operario no debe participar en nada más que en el trabajo mecánico de producción de una pieza determinada y reduce la capacidad de desarrollo del individuo hasta el mínimo.

Posiblemente el lector ya sepa que el gran cambio del modelo de trabajo se produce con la revolución industrial y la formación de un proletariado urbano. Será entonces cuando se pase del trabajo tradicional o artesanal al clásico, es decir, a la organización científica del trabajo de Taylor (y Ford).
Este modelo tradicional, aunque nunca desaparecerá, sí que verá mermada su aplicación. Lejos quedan los tiempos de los gremios, aquellas instituciones medievales que poseían el control del trabajo cualificad y en cuyos talleres se elaboraba, de principio a fin, un determinado producto. 
Dada la alta cualificación del artesano, las herramientas manuales tenían mucha importancia, y las máquinas eran muy rudimentarias. Todo esto aumentaba el tiempo y el coste de producción, de modo que el producto final se vendía muy caro.

El modelo clásico, ideado por Taylor y aplicado por Ford tras la II Guerra Mundial, parte precisamente de reducir esto último, el tiempo y los costes de producción. Se aplica entonces la denominada organización científica del trabajo, basada en maximizar la eficiencia de la mano de obra, máquinas y herramientas, mediante la división sistemática de las tareas, la organización racional del trabajo en sus secuencias y procesos, y el cronometraje de las operaciones, además de un sistema de motivación mediante el pago de primas al rendimiento, suprimiendo así toda improvisación en la actividad industrial. 

Sin embargo, al quitarle al trabajador la capacidad de decidir cómo trabajar se provocó que éste perdiera interés en el producto, al mismo tiempo que dejaba de identificarse con él, dejaba de poner un poco de sí mismo en lo que producía, provocando en muchos casos que el producto fuese de inferior calidad. Además, como el control de calidad se revisaba a posteriori, el fallo se multiplicaba y los gastos de supervisión eran mayores.

En la teoría, las ideas de Taylor partían de la base de que todos los miembros de una empresa persiguen el mismo objetivo, el máximo beneficio, y proponían un reparto más justo de ese beneficio para que todo el mundo viera reconocido en su salario el esfuerzo invertido. Siguiendo esta idea, los salarios en las fábricas de Ford eran elevados; pero además de motivar a los empleados se buscaba que fuesen consumidores de sus propios productos. En este caso, coches.
En la práctica, en las fábricas de Ford se produjo una deshumanización del trabajador, que se sentía poco más que un robot y que, al carecer de una especialización profunda, era fácilmente intercambiable por otro. 

Actualmente, el sistema de producción aplicado en la mayoría de los países es el llamado Post-Fordismo o TPS (Toyota Production System), que se diferencia de su antecesor en la búsqueda ya no tanto del beneficio, sino del modo de producción más eficiente posible.


"A penny saved is a penny earned"
Benjamin Franklin
  
El TPS, que más tarde integraría el sistema Lean Manufacturing, se puso en práctica en las fábricas de automóviles Toyota durante el siglo XX cuando Kiichiro Toyoda, fundador de la Toyota Motor Corporation, descubrió varios problemas en su producción y decidió estudiar cuidadosamente cada parte del proceso para descubrir los fallos. Un ingeniero de la fábrica, Taiichi Ohno, fue el diseñador del TPS y de la integración de las ideas del Lean Manufacturing que ya se aplican hoy en día.


Las mejoras de este sistema son evidentes; además de reducir costes se produce la integración del trabajador en el proceso de la producción. Se intenta que colabore en todos los ámbitos de la fabricación del producto y se promueve que el trabajador proponga mejoras, si las hubiese, aplicables en su puesto, ya que nadie conoce mejor que él su tarea. Es decir, se rompen las barreras que ataban al obrero a su línea de producción, y al gerente a su silla de despacho. 




- Y ahora, mi parrafada personal -

Se me ponen los pelos de punta al comparar la situación diaria en la que vivimos con las de la novela anteriormente descrita (novela que, por cierto, recomiendo), situaciones que hacen que me plantee si no seremos ya, como en el universo de Huxley, seres prefabricados: "felices" dentro de lo que cabe en la realidad que nos ha tocado, asustados de salir de ella, incapaces de intentar cambiarla y, además, enjaulados en cárceles sin paredes. 
Y pienso también, como no, en el periodismo.

Hoy día se pretende considerar la información como un bien de consumo; siguiendo el ejemplo de Ford, como un coche. Algo que se compra, que se vende y que, por qué no, también se fabrica en serie (no hay más que ver los telediarios...)
El ejemplo más claro y absoluto es el flujo constante de becarios que circulan en los medios de comunicación, es el despido de aquellos más veteranos en pos de hallar un mayor ¿beneficio? económico, es el salario precario, el horario infinito... En definitiva, la sustitución de un obrero por otro, uno más barato, más dispuesto a obedecer  y echar más horas en aras de un puesto de trabajo inexistente. Porque, sí, detrás tuya viene otro.

Otro operario que coja una pieza, la transforme y la añada a la cinta transportadora.







   

jueves, 17 de enero de 2013

Motes

La verdad es que debería publicar algo serio. Ya es hora. Tengo cosas en la recámara, pero no puedo resistirme a publicar esto, me ha parecido genial.

Pertenece a una revista de Zafra, que se hace con motivo de las fiestas. No tiene desperdicio, en serio :D